Perros agresivos es un artículo escrito en el año 2000 por Arsenio Menchero. A raíz de la publicación en el BOE de la Ley 50/1999, de 23 de diciembre, sobre el Régimen Jurídico de la Tenencia de Animales Potencialmente Peligrosos.
El otro día, mientras conducía, escuchaba cómo el grupo habitual de tertulianos de un programa de radio sometía consideración un tema de candente actualidad: las agresiones de perros a seres humanos. Se dijeron cosas sensatas pero también otras absolutamente absurdas.
¡Por fin una Ley que regule la tenencia de perros!. La previa era de tiempos de Felipe II.
Porque es preocupante e inadmisible que un perro muerda a una persona. Pero el caso es que los perros de ahora no muerden a la gente ni más ni menos que los de antes. Aunque, desgraciadamente, lo hagan en demasiadas ocasiones. Los cirujanos, de hecho, atendemos mordeduras en la urgencia de los hospitales casi a diario. La mayoría de ellas, por cierto, las produce el perro de la familia a uno de sus miembros. Frecuentemente, a los niños.
Entonces… ¿a que se debe la actual alarma social? Es evidente que responde a la difusión mediática.
La alarma social es buena si sirve para promulgar una ley coherente que regule la tenencia de perros, una ley que evite el maltrato y el abandono. En las regiones españolas en que existe afición a la caza de liebres con galgos, aún es posible encontrar alguno ahorcado en una encina, con sólo los pies apoyados en el suelo y lleno de verdugones por azotes. Para, así, prolongar su agonía. En la supersticiosa creencia de que servirá de ejemplo a sus compañeros de jauría.
El hecho de obligar a los ejemplares cuya mordida pudiera resultar potencialmente peligrosa (aquellos de más de 25 Kg. de peso) está muy bien. Así se cubre parte de la responsabilidad civil. Y se aseguran indemnizaciones para los damnificados. Sin embargo, de esta forma, no se previenen los accidentes.
Que se definan razas peligrosas (los llamados perros de presa) sirve para confirmar lo evidente: que un perro muerde más fuerte cuanto más grande es. Pero exigir al propietario de uno de estos ejemplares que pase un test psicológico, me parece una solemne idiotez. Un “doctor honoris-causa”, capaz de obtener un diez en este examen, puede tener un perro potencialmente peligroso en su casa, aún sin siquiera saberlo.
¿Por qué complicamos así las cosas, cuando países como Alemania, Francia, Bélgica, Holanda, por sólo citar algunos, caminan en este sentido por delante nuestro?.
La prevención de las mordeduras requiere varias medidas.
– La primera de ellas es la necesidad de educar a los propietarios de perros en la responsabilidad que supone poseer uno. Es imprescindible que el dueño de un perro sepa cómo tenerlo y conozca su carácter y sus posibilidades de representar un riesgo en alguna forma. Es necesario que, igual que vela por su salud, lo haga por su educación y por su integración social. Y si no sabe, que recurra a un adiestrador especialista, para que le asesore y para que le tutele.
– Sería aconsejable que los perros que transitan por la ciudad posean una licencia apropiada, del mismo modo que es necesario un permiso para circular con una moto de pequeña cilindrada. Se debe asegurar que el carácter de cada ejemplar –el del dueño se da por supuesto, como el valor en el ejército—sea, sencillamente, normal.
La prueba BH, un sencillo test de sociabilidad que cualquier perro con un carácter equilibrado y medianamente educado supera sin dificultad, es el modelo de obediencia básica a exigir. En nuestro país, la BH sólo es obligatoria para los perros que se van a someter a escuelas de trabajo, es decir para aquellos que van a ser preparados para un adiestramiento de más alto nivel. Sólo para garantizar la calidad de la cría (el caracter y la adiestrabilidad son hereditarios) o para preparar la competición. Si la Prueba BH se hiciera extensiva a todos los perros de ciudad,se instaría a sus propietarios a recibir una básica formación en adiestramiento.
– Para que los perros que viven en urbanizaciones o en el campo no entrañen riesgo y resulten soportables para el vecindario, han de contar con las adecuadas medidas de seguridad y de aislamiento. Es inadmisible que la sociedad tenga que soportar ladridos intempestivos, calles con excrementos o ataques a través de las vallas de los chalets. La mayoría de los supuestamente “perros de guarda” no guardan nada. Y, sin embargo, importunan a todo el que se aventure a dar un tranquilo paseo. Al tiempo que fastidian a los vecinos.
Como defiende César Millán, “El Encantador de Perros”, los perros necesitan EJERCICIO, DISCIPLINA y AFECTO. En este orden. El problema es que casi nunca sucede así. En la mayoría de los casos, el perro no hace sufieciente ejercicio, por lo que acumula energía que no puede gastar. Y desarrolla ansiedad. Ansiedad que aumenta el afecto inadecuado. Al final se desestabiliza el orden que necesita el animal para sentirse seguro en la escala jerárquica de la “manada” familiar y aparecen las conductas inadecuadas. Y, en ocasiones, agresividad dirigida hacia personas. Todo ello podría evitarse con ayuda de un adiestrador competente.
Volviendo al principio de estas líneas, sintonicé la emisora cuando el debate ya se encontraba avanzado. Uno de los tertulianos aseguraba rotundamente, casi a voz en grito, que debería estar absolutamente prohibido que los perros fueran entrenados para el ataque. En cualquiera de sus formas.
Llevo más de 25 años preparando perros para el deporte de acción policial, así como impartiendo cursos para las Fuerzas de Seguridad del Estado. Y entrenando perros en defensa deportiva y operativa.
Estoy absolutamente en contra de que cualquier indocumentado “rabie” a los perros para que defiendan jardines. No sólo habría de estar prohibido, sino que tendría que ser penado por la ley. Puede llegar a ser realmente peligroso.
Pero, por contra, afirmar que el perro que entrena en defensa deportiva se convierte en un animal de riesgo, es una total majadería. Quien así opina debería saber que los Reglamentos Deportivos de SchH y RCI, que solo pueden desarrollarse en centros autorizados y bajo la supervisión de especialistas titulados, están basados en la obediencia. Y, por tanto, en el orden. No en el desparrame. Y saber también que un adecuado programa de obediencia encauza los instintos del perro.
Un perro bien adiestrado, lejos de ser peligroso, canaliza sus pulsiones depredadoras y de agresión hacia el Figurante, en vez de descargar contra el primero que le pase por delante.
La alarma social es buena en cuanto que conciencia a la población de una necesidad real. Es mala, en cambio, cuando distorsiona la realidad, creando fantasmas.
Que nadie pretenda alejar del hombre al perro, que por algo le acompaña desde hace 20 millones de años en su andadura histórica. Sí que es posible, sin embargo, concienciar a los dueños de perros en la responsabilidad de su educación y de su control. Sólo así el perro podrá seguir ocupando el lugar que se ha ganado a pulso en la sociedad.