Mis pastores alemanes
Corrían los años 1960s cuando en España se emitían por TV las aventuras de Rin-Tin-Tin.
Aquel perro ejerció sobre mí una profunda fascinación.
Yo tendría 6 años. Rin-Tin-Tin me deslumbró y, sin duda, condicionó todo mi futuro. Me enamoré de la raza pastor alemán.
Desde mi juventud, he trabajado con muchos pastores alemanes, algunos criados por mí.
Thor, Gala, Harry, Mayo, Gonzo, Simba, Nick, Boran, Fanto, Yady, Kirce, Zairo, Enja, Carlo, Unos, Zorro, Zenón, Iris, Ira, Zorro, Silver, Mac… son sólo algunos.
No les olvido. Me han enseñado el lenguaje sin palabras, la comunicación a través del gesto, la mirada cómplice, el disfrutar cada instante.
Hemos recorrido juntos muchos kilómetros, hemos participado en pruebas y en campeonatos de trabajo por todo el mundo. Me han permitido hacer amigos de todas las nacionalidades.
He procurado entenderles, hablar su lenguaje, sintonizar en su frecuencia, formar equipo con ellos. Me han conmovido al nacer, me he ilusionado planificando su futuro, me han emocionado entrenando, me han hecho llorar al morir. Y hoy, todos forman parte de mi; soy lo que soy en parte gracias a ellos.
Porque he aprendido de su nobleza, de su fidelidad, de su espontaneidad, de su fuerza, de su alegría, de su vivir el momento. Y, aún hoy, tantos años después, cada nuevo cachorro con el que entreno abre en mi un nuevo camino de ilusión.
Porque mis pastores alemanes, ejemplares diferentes, irrepetibles, especiales, me regalan cada día su entrega y su energía.
A todos vosotros, mis pastores alemanes, con los que he compartido y comparto mi vida,
¡GRACIAS!