PREGUNTA: ¿PUEDO PASEAR A CABALLO CON MI PERRO?
RESPUESTA: ¡PUES CLARO!… SI LO ADIESTRAS
Es curioso. El perro, como el lobo, es un depredador; el caballo, una presa. Por eso, el instinto más fuerte del perro es la caza. El del caballo, en cambio, la huida. Así que, de entrada, no parece compatible la convivencia entre perro y caballo.
Sin embargo, gracias al adiestramiento, podemos manipular sus instintos y hacer que se acostumbren el uno al otro.
El hombre descubrió las ventajas de la domesticación de ciertas especies para así poder tenerlas cerca de sí y disfrutar de las ventajas que ello supone. La domesticación del perro sucedió en el Paleolítico, en los años 15.000 aC. y la del caballo en el Neolítico, en los años 5.500 aC. Como ambos son animales sociales, cuando se acostumbran a convivir, pueden llegar a ser inseparables. Desde entonces, perro y caballo conviven en armonía y acompañan al hombre en su andadura histórica.
Con adiestramiento, se logra que el perro inhiba su impulso de caza hacia el caballo y que el caballo no sienta miedo del perro, que le impulse a escapar o a defenderse. Así se fomenta su relación de forma natural, repetitiva y cotidiana.
Pero, ¡ojo!, siempre sin perderles de vista. Para evitar accidentes.
¿Cómo acostumbrar a estar juntos a mi perro y a mi caballo?
Lo primero de todo, es enseñar al perro a permanecer tranquilo en una referencia concreta. En casa. En su manta.
Enseñaremos al perro a estar relajado en su manta, sujeto a una cadena. Después, suelto. Sin moverse.
Cuando haya aprendido a permanecer tumbado un rato largo y esperar a que seamos nosotros quienes le permitamos levantarse, le haremos entender que las cuadras también son un lugar de energía baja.
Situaremos su manta en el entorno de los caballos, pero no demasiado cerca de ellos, y llevaremos a nuestro perro a descansar sobre ella. Después de un paseo, por ejemplo. Todavía emplearemos la cadena para que se mantenga donde deseamos.
Permitiremos que nos vea preparar al caballo. Estaremos a su vista mientras le cepillamos, cuando le colocamos las protecciones, la montura y la cabezada… Le tendremos atado cerca, para establecer un margen de seguridad para ambos. Antes de montar, retiraremos al perro. Llevándole a su kennel, por ejemplo.
Haremos lo mismo al final de la sesión de equitación. Sacaremos al perro a su manta, con cadena, para que vea como quitamos los aparejos, almohazamos al caballo, etc. Finalmente, les pondremos a comer a ambos, siempre manteniendo la distancia.
Cuando, después de unos días, se haya acostumbrado a este entorno, le ataremos más cerca del caballo. Siempre utilizando su manta, a modo de referencia. Al principio y al final de la sesión.
Tras una jornadas, cuando estemos seguros de que el perro ha aceptado esta situación, le enseñaremos a permanecer en su manta, ya sin cadena.
A estas alturas, seguro que a nuestro perro le gustará acompañarnos a la cuadra.
¿Cuándo puedo pasear a caballo con mi perro?
Ha llegado el momento de que demos un breve paseo, pie a tierra, con ambos: con el perro en correa en una mano y con el caballo sujeto por el ramal con la otra.
Repetiremos estas sesiones hasta que perro y caballo se acostumbren a desplazarse con nosotros con tranquilidad.
Más adelante, estableceremos un lugar fijo en la pista donde mantener al perro. Siempre en su manta. De nuevo empleando la cadena como medida de seguridad.
Mientras montamos, el perro debe estarse quieto y tranquilo en su sitio. Permaneceremos a su vista, pero procurando que no nos reclame atención.
Cuando acabemos de trabajar, desmontaremos y moveremos caballo y perro de la mano, tal y como hacíamos antes.
El paso siguiente, cuando ya estamos seguros de que se han habituado a ir juntos, es llevar al caballo cogido y al perro suelto durante un corto paseo.
¡Ojo!: Nunca permitiremos que el perro se acerque al caballo.
Y, ¿Cuándo podremos por fin dar el primer paseo a caballo con nuestro perro?.
Para eso, es preciso que el perro esté todo el rato bajo control. Ha de tener un nivel de adiestramiento que asegure que no se acerque demasiado al caballo, que no se aleje a más de unos 5 o 6 metros, que se tumbe inmediatamente a la orden y que acuda siempre a la llamada.
Pero, aun así, será mejor que las primeras veces maneje al perro con correa otra persona mientras nosotros vamos a caballo. Así se acostumbrarán ambos animales a desplazarse sin molestarse y nosotros aseguraremos que no se produzca ningún percance.
Después de unas cuantas repeticiones, llevaremos al perro suelto mientras montamos al paso un rato, en un espacio preferiblemente vallado.
Cada vez que el perro nos mire, capturaremos este comportamiento con la voz. Es suficiente con decir ¡Bieeen!.
Así, cada vez nos mirará más a menudo. Y acabará yendo pendiente de nosotros. Así, crearemos un canal de comunicación continuamente activado entre nosotros y nuestro perro. De este modo, se va construyendo una burbuja invisible ocupada únicamente por jinete, caballo y perro. Una burbuja que acabará siendo, poco a poco, infranqueable. Tanto de fuera a dentro, como de dentro a fuera. Una burbuja que nos servirá para que nuestro perro solo nos preste atención a nosotros, haciéndole inmune a cualquier influencia ambiental.
Ahora si, ¡por fin!… ¡ENHORABUENA!…
Ya podremos salir al campo con nuestro caballo y nuestro perro.